viernes, 2 de enero de 2009

IRENA: ORGULLO Y VERGÜENZA

El 20 de marzo de 2008 (para mí, el personaje del año) murió a los 98 años de edad Irena Sendler, Polaca, Católica y Heroína durante toda su vida, principalmente por haber salvado la vida de miles de niños judíos (sí, miles y judíos, y no tiene película), sí como por haberse enfrentado a los nazis durante la ocupación de su país, y, posteriormente a los comunistas (que no fueron unos santitos precisamente, y estuvieron durante 40 años).

Pero la noticia de Irena nos ha permitido comprobar la solidez de los mitos de la izquierda progre, las mentiras de la historia oficial y la vergüenza de nuestra más inmediata realidad. ¿Por qué? Creo que hay 3 razones:

Primera. Frente al ataque brutal y sistemático contra el catolicismo, no sólo contra la Iglesia o su jerarquía, se alza una noticia que nos indica que una católica (sí, sí, una católica) salvó a miles de judíos entregándolos a familias católicas o a conventos con el riesgo que todos ellos corrieron de ser descubiertos por la GESTAPO (sí sí, por la GESTAPO = muerte), como lo fue la propia Irena, y ser condenados a muerte tras tortura. El ejemplo de vida católica de Irena, de esas familias y de la monjas o monjes de los conventos nos reconforta al resto de católicos frente a la fría indiferencia de otros “cristianos” y, cómo no, de los laicos del momento, paganos absorbidos por el poder y la gracia de un Estado que era su religión, antes y ahora. Creo que es el momento de decirlo, los católicos y la iglesia católica salvamos a miles y miles de judíos. Fíjense que fue tal la ayuda y auxilio prestados, por familias, particulares y por la Cruz Roja Católica (que no nos olvidemos, la Cruz Roja la fundó una monja suiza a mediados del siglo XIX), que el rabino jefe del judaísmo en Italia se hizo católico (en señal de agradecimiento). Esta es (o era, pues se está demostrando que es una mentira) otra de las grandes mentiras de la izquierda.

Segunda. Hubo alemanes, sí los hubo Señor Grass, que no soportaron la brutalidad de su nación y de las órdenes de Kniebolo (Hitler), y lo demuestra el oficial que se pasó a la resistencia y salvó la vida, in extremis, de Irena, cuando iba a ser ejecutada.

Tercero. Qué vergüenza deben sentir tal día como hoy los miembros del jurado que en el brete de elegir como Nobel de la Paz a esta mujer y al Señor Al Gore, optaron, sabe Dios por qué, por este último. En fin, creo que debían estar algo bebiditos (si es que el alcohol en grandes cantidades no es bueno), porque vamos, que Al Gore sea premio de la pazzzz (de cual?) creo que me estoy desternillándome.

JIV

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