Lo que está pasando en Europa no es un mero terrorismo
religioso, es un verdadero conflicto de culturas o civilizaciones (y también de
religiones). Pero mientras tanto, nosotros sin darnos cuenta, sin pararnos a
pensar las consecuencias del haber ignorado el fenómeno de la inmigración sin
una integración efectiva.
En 1993 la revista Foreign Affairs publicó un ensayo de
Samuel Huntington, en el que el politólogo estadounidense abordaba “el choque
de civilizaciones”, asunto que se ha vuelto a manifestar este viernes trece de
noviembre en París, y del que inevitablemente se habló mucho durante días,
semanas, a raíz de la matanza de ToulOuse (Francia) efectuada por un miembro de
la red terrorista Al Qaeda, así como cuando los asesinatos relacionados con la
revista satírica Charlie Hebdo, así como también los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en Nueva York, o la matanza de los trenes de Atocha (Madrid)
de hace más de una década, y un interminable etc. Y la lista seguirá aumentando
si no hacemos nada para pararlo; en vez de decir tontadas o jugar a la alianza
de civilizaciones.
Huntington anticipaba por entonces, en 1993, que el “choque
de culturas” derivaría en una “guerra de civilizaciones” que, a su vez acabaría
provocando una reconfiguración del orden mundial; también auguraba con
rotundidad que el “nuevo orden mundial” post-guerra fría acabaría provocando
grandes conflictos, especialmente en las fronteras entre el mundo occidental
judeocristiano y el mundo musulmán. Y no se ha equivocado.
Han sido muchos los que han llegado a considerar que los vaticinios de
Huntington son el modelo/referente, la guía, de la política exterior de los
EEUU y también del mundo occidental. No obstante, todo lo que en un primer momento
pudiera parecer exagerado, se ha ido cumpliendo casi al pie de la letra, desde
la guerra de Irak en adelante.
En el presente que nos ha tocado vivir las nuevas fuentes de
conflictos no tienen origen ideológico o económico, lo que en la actualidad enfrenta
a seres los humanos son cuestiones de carácter cultural, ya no se trata de
rivalidades de unos Estados contra otros, o de alianzas de Naciones contra
otras alianzas. Se trata, por consiguiente, de enfrentamientos entre
Civilizaciones.
Desde la Paz de
Westfalia (1648) en la que surgió el sistema internacional “moderno”, y tras la Revolución Francesa
y el nacimiento de “las naciones-estados”, los conflictos armados fueron de
naciones contra naciones, durando este “esquema” hasta la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, y, tras la Revolución Rusa , se pasó a conflictos de tipo
“ideológico” (democracias contra fascismo y así), hasta que acabó cayendo el
“muro de Berlín” en 1989, y con él el comunismo soviético. Parecía que los
conflictos iban a desaparecer, pero no.
Después de la denominada “guerra fría” la política internacional ha pasado a
estar condicionada por la interacción entre la “civilización occidental” y las
“otras civilizaciones”.
Con el desmoronamiento y la caída del bloque comunista se esperaba que el otro
bloque, el occidental, se acabara imponiendo totalmente, pero no ha sido así,
por el contrario, se ha levantado un mundo plural, un mundo de civilizaciones.
No ha tenido lugar, como muchos vaticinaban y deseaban, el triunfo final de
Occidente sino que han resurgido y se han reafirmado antiguas civilizaciones
(entre ellas, la islámica). Renacer que ha acarreado un alejamiento y un rechazo
de todo lo que guarda relación con Occidente, y que ha conducido a volver la
vista a las raíces, a los orígenes culturales autóctonos, de base
fundamentalmente religiosa.
Por mucho que nos neguemos a aceptar, la terca y tozuda
realidad es que estamos asistiendo a la emergencia de ancestrales
civilizaciones que, basan su identidad esencialmente en una religión concreta
(como el Islam).
¿Pero, cuáles son esas civilizaciones emergentes?
Huntington constataba ya, en 1993, la enorme presencia del mundo musulmán, de
lo islámico. Muchos países que durante la guerra fría hicieron suyo el
marxismo-leninismo o que formaban parte de los denominados “países no
alineados” actualmente encuentran su identidad y esperanza en el Islam.
También hay que mencionar a la civilización china; la milenaria China que
recupera el confucionismo, la concepción de la vida del maestro Confucio, del
siglo VI antes de Cristo, especialmente desde que ya no son tan comunistas como
en la época de Mao. Tampoco, aunque tenga carácter un tanto marginal, hay que
olvidar a la civilización japonesa, formada a partir de la china pero con
tradiciones propias.
Otra civilización es la hindú, con un núcleo cultural de más
de tres mil quinientos años, y con un sistema social de castas (algo que hoy
parece estar muy de moda).
Igualmente hay que considerar a la civilización cristiano-ortodoxa que, aunque
emparentada con la
Occidental posee características propias, particulares.
Otros bloques culturales a tener en cuenta son la civilización budista, la
civilización africana y la
Iberoamericana , menos emergentes de momento.
En este nuevo orden mundial está presente un ingrediente, un factor de riesgo
que los occidentales no solemos tener presente y es el siguiente. Las
civilizaciones emergentes se consideran superiores a la de Occidente, con
valores morales más auténticos; y consideran a Occidente como una civilización
corrupta y decadente, y por tanto a un enemigo fácil de batir (no solo en el
plano económico).
Tras las matanzas, tras el terror que ha sufrido el mundo occidental los
últimos años, el más reciente durante la jornada de este último viernes, 13 de
noviembre en París, hay que ser un ignorante, un estúpido, o un malvado para
obviar la empecinada realidad: que el mundo musulmán considera a la
civilización occidental judeocristiana como un mundo decadente, la máxima
representación del mal, el enemigo a batir. Mientras muchos siguen hablando de
conciliar, de dialogar, de acoger generosamente a todo aquel que nos llegue, no
importa de dónde, con tal de no evitar ser llamado xenófobo, racista, e
insensateces por el estilo.
Occidente se diferencia de las otras civilizaciones porque posee
características propias, posee valores e instituciones que no se dan en otras
partes del mundo, estamos hablando de su cristiandad, el pluralismo, el
individualismo, el imperio de la ley, la separación de la Iglesia y el Estado, que
permitieron que Occidente inventara la modernidad (si, por supuesto), y se
expandiera por todo el planeta. Estas características son, exclusivas de
Occidente. Europa occidental (con permiso de los padres de la nación
estadounidense) es la fuente de las ideas de libertad individual, democracia
política, imperio de la ley, derechos humanos y libertad cultural. Son ideas
europeas, no asiáticas, ni africanas, ni de Oriente Medio, y allá donde
existen, fuera de Europa, es por adopción.
Mientras los trovadores y predicadores del buenismo, de la alianza de
civilizaciones y del multiculturalismo nos hablan de un futuro planeta regido
por principios éticos y valores universales, las civilizaciones no occidentales
han retomado el camino de la indigenización y beben en las fuentes de sus
antiguas culturas autóctonas. Para un alto porcentaje de chinos y musulmanes la Democracia y la Declaración Universal
de Derechos Humanos son creaciones occidentales, no universales. Y por lo
tanto, no tienen porqué seguirlas.
Y mientras tanto, tal en Europa de fiesta en fiesta, ignorando el desafío
demográfico del Islam (pues en el año 2025 más del 25% poblacional mundial será
musulmana) y el desafío económico de otras civilizaciones (posiblemente,
también en el 2025, Asia incluirá a más de media docena de las economías más
fuertes del planeta).
Europa está distraída (aunque creo que lleva décadas distraída e ignorando su
historia y pasado) y existe un enorme riesgo de inestabilidad que suscita la
militancia y el creciente poder de las civilizaciones no occidentales. En
Europa ahora predomina el hedonismo y la euforia compulsiva, la fiesta como
forma de liberación del mundo de lo concreto, el ideal de los “revolucionarios
de mayo del sesenta y ocho” llevado a la práctica, en donde todo lo deseable es
un “derecho”.
Pero mientras tanto
Todos los defensores e instigadores del multiculturalismo no
paran de hablarnos de que nos encaminamos, de que vivimos ya en el mejor de los
mundos posibles, el imperio de los derechos humanos, un mundo global donde
todas las voces son escuchadas, todas las creencias reconocidas y respetadas,
en el que ya no caben discriminaciones de ninguna clase. Vamos un mundo feliz
de yupi en donde reina la paz eterna, donde existe una civilización universal,
una “era común” en la que ya no habrá racismo (porque claro, ya no habrá razas)
no habrá sexismos (porque no habrá sexos, de hecho el sexo es algo ya
discutible). Es todo tan maravilloso que me dan ganas de llorar de alegría (o
de asco, según me levante).
Y mientras en Europa se produce un enorme desarraigo sociocultural (derivado de
la imposición de la innovación y la trasgresión frente a la tradición) y se
impone el pensamiento débil, ahí afuera se está librando un tremendo choque de
culturas, de civilizaciones arraigadas en religiones, que casi inevitablemente acabarán
dominando la política a escala mundial. Si alguien no me cree, que espere 25
años y luego me cuenta.
Todo esto sucede mientras los europeos caminamos hacia un
mundo de viejos en el que ya es casi imposible que se produzca recambio
generacional (pues según los cálculos más fiables, hacia el año 2050 las
personas mayores de sesenta años se acercarán al 50 por ciento de la población)
y necesitado cada día de más inmigrantes que a buen seguro no estarán por la integración
(al menos en una parte muy importante de ellos).
Conclusión.
Alguno me acusará de ser tradicionalista, antiliberal, e
incluso racista. Nada más lejos de la realidad. Estas civilizaciones no
defienden el liberalismo, no pretenden la multiculturalidad (el Islam defiende
que todos seamos musulmanes, pues en caso contrario somos infieles enemigos de
Alá, y Mahoma, Su Profeta), y mucho menos defienden la separación
Iglesia-Estado (son defensores de auténticas teocracias) o de la democracia o
de la igualdad de la mujer (el caso Malala es un ejemplo gráfico de su
"tolerancia" hacia los derechos de la mujer).
No hay nada más tradicionalista, antiliberal y racista que
un buen musulmán (con todo lo que defiende, ideas propias de la
Edad Media , pues hasta los romanos eran más
avanzados que ellos). He dicho buen musulmán, y no musulmán
"moderado" o "laico" (que los hay pero son muy poquitos la
verdad), porque para el Corán, un buen musulmán es aquel que sigue sus
preceptos sin dudar y a rajatabla, pues todos
los musulmanes, tiene la obligación de creer, aplicar y respetar cada uno de
los versículos del Corán a pesar de que en el publico pretendan de ser
musulmanes moderados. Y si, aplican creen y respetan todos los versículos del
Corán, eso significa que también creen y aplican todos aquellos versículos
violentos que llevan mensajes del Yihad, odio hacia los infieles,
discriminación contra las mujeres etc.
Como ejemplos hay muchos pero el más llamativo (como mensaje
a los musulmanes ateos, si es que los hay) es el siguiente: “A quienes
no crean en Nuestros versículos les arrojaremos a un Fuego. Siempre que se les
consuma la piel, se la repondremos, para que conozcan el castigo. Alá es
poderoso, indudable. A quienes crean en Alá y obren bien, les introduciremos en
jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente, para
siempre. Allí tendrán esposas purificadas y haremos que les dé una sombra
espesa”. (Sura 4:56-57)
En esta situación, si se quieren evitar peligrosos enfrentamientos, es urgente
buscar los atributos comunes a todas las civilizaciones, es decir, tenemos que
intentar conseguir, aceptando la diversidad (porque a diferencia de otros yo SÍ
CREO en la diversidad), la moralidad mínima que se deriva de la común condición
humana.
Habrá quienes den la espalda a este reto o desafío, pero es difícil
ignorarlo pues está en riesgo la supervivencia de nuestra civilización (de todo
lo que conocemos: filosofía, ciencia, derecho, medicina, música, arte, o la
cultura, todo esto podría desaparecer), y tal vez la de nuestra especie.
JIV
1 comentario:
El problema no son las civilizaciones emergentes, el problema es el islam. El islam imperialista que quiere transformar al resto del orbe en sus súbitos un islam que no ha salido todavía de la edad media. De hecho el islam es incluso un problema para los propios islamistas, ya que las facciones luchan entre sí con más encono si cabe que contra los infieles.
(de forma similar a las luchas de la reforma y contrarreforma en la Europa del siglo XVI, que eran más duras que contra los turcos)
En todo el mundo los "problemas terroristas" los genera el islam. Son islamistas los africanos de boko haram y atacan a los de la "civilización africana", son islamistas los del ISIS y atacan tanto a occidente como a otros islamistas, los islamistas atacan a los judios, los islamistas organizan masacres en el sudeste asiático y en la india....
Volvemos a tener dos bloques, el islam contra todos los demás. Aunque son países igual de pobres o incluso más en áfrica no aparecen grupos terroristas animistas, ni hinduistas o budistas asesinos en la india y el sudeste asiático.... siempre aparecen islamistas. De momento parece que frente al islam solamente se levanta occidente, pero rusia que no es tan occidente parece que empieza a estar en nuestro bando, y china creo que tarde o temprano se sumará
Incluso nos encontramos con que una parte de los isalmistas que viven en occidente son terroristas, y estos no tienen la excusa de la falta de cultura o medios económicos.
Lo que se ha de conseguir es que el islam evolucione como las otras religiones y se separe del estado. Que salga de la edad media.
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