Dentro de un par de días (si nadie lo evita) comenzará la
segunda fase del juicio del caso noos. En donde la infanta Cristina se sentará
en el banquillo de los acusados imputada (o como se dice ahora: investigada)
por ser cooperadora necesaria de dos delitos fiscales.
El jefe del Estado sabía desde noviembre de 2014 de la
imputación de la infanta y desde octubre pasado de la apertura del juicio oral.
Tiempo suficiente para que el monarca hubiese reclamado del propio Estado -el
Gobierno y los partidos políticos con representación parlamentaria- la
aprobación de la ley orgánica prevista en el artículo 57.5 de la Constitución que ordena que con una norma de esa naturaleza se
resuelvan las abdicaciones, las renuncias “y cualquier duda de
hecho o de derecho que ocurra en el orden sucesorio a la Corona ”. Tiempo también
suficiente para que el Estado, sin estímulo del monarca, hubiese actuado
consecuentemente.
Parece ser, como siempre ocurre en este país, que la gente
no hace sus deberes (¡Encima algunos quieren quitarlos!, perdón, que se me va
la pinza).
En una Monarquía parlamentaria determinados derechos
personales como los de Cristina de Borbón en la sucesión a la Jefatura del Estado deben
dejar de serlo por mandato de la ley cuando su titular los desmerece (aunque
sea remota la posibilidad de llegar a suceder efectivamente a la misma.
Resulta, por tanto, por completo anacrónico -y por lo tanto intolerable- que en
nuestro sistema político se mantengan espacios exentos a la aplicación de normas jurídicas emanadas de
las Cortes Generales. Estamos ante uno de ellos que debió suprimirse, más aún
cuando el Gobierno (con mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado) y la
oposición socialista fueron capaces de ponerse de acuerdo en la ley de
abdicación de don Juan Carlos.
Por eso, no es sólo el Rey el que debería asumir el trance
muy negativo de que su hermanita se siente en el banquillo con sus derechos
sucesorios vigentes (quedan menos de 48 horas para evitarlo). También la
situación interpela al Estado y a su diligencia.
Y como siempre la casa sin barrer.
Menudo año nos espera.
Y así nos va,
JIV
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