
1. La nieve, culpa del calor
El temporal de Madrid no ha sido, ni mucho menos, una excepción. El pasado 29 de octubre, los londinenses se despertaban con la primera nevada que se registraba en ese mes desde 1934, que además bloqueó las carreteras de Irlanda y Gales. China sufrió en 2008 el invierno más frío en 50 años. Ha nevado en Jerusalén, Arabia, Kabul y Bagdad. También en Florida, mientras otros diez Estados de EEUU registraron mínimas históricas otoñales. Y aquí viene la primera crítica de los «disidentes»: pase lo que pase, el cambio climático –¿quién dijo calentamiento?– sirve para explicarlo todo. Titular de prensa: «Cambio climático provoca nieve en Las Vegas». También la gran nevada de Buenos Aires, la mayor en 80 años. Incluso los copos que el pasado septiembre cayeron por primera vez en una aldea de Kenia. Mientras sus alborozados habitantes daban saltos de alegría y se llevaban a casa en carretillas aquellas bolas de hielo caídas del cielo, las autoridades locales les aguaban la fiesta. «Éste puede ser el primer signo del cambio climático en África», advertían. Fin de la fiesta. Entre tanto desánimo, encontramos una noticia esperanzadora: «La nieve cae en Dubai, aunque no por culpa del cambio climático». ¿Un hecho natural propio del clima? La decepción llega en la cuarta línea: el fenómeno ha sido causado por la primera estación artificial de esquí construida en Oriente Medio.Desde su convencimiento de que el cambio climático es un peligro real al que el hombre debe ponerle freno, Heikki Willstedt, de WWF/España, admite que es precipitado achacar cualquier alteración puntual al cambio climático. «Lo de Kenia puede ser un fenómeno extraordinario causado por muchas razones, y la nevada de Madrid es normal –afirma este ecologista–. El problema es que llevábamos unos años sin ellas».
2. Todo en el mismo saco.
Pocos «ecoescépticos» dudan de que el planeta se esté calentando, pero creen que no está probado que sea culpa del hombre, sino más bien un ciclo natural, y ni mucho menos que haya que destinar ingentes sumas de dinero que serían necesarias para paliar otras necesidades más perentorias. Y critican que cualquier fenómeno «inusual», desde los hielos hasta las orugas, sirva para justificar la teoría alarmista. El glaciar argentino Perito Moreno, por ejemplo, se rompió el pasado año, como lo ha hecho en 21 ocasiones desde 1917. Esta vez, ¿lo adivinan?, fue por el cambio climático, el mismo argumento que servía para explicar por qué antes no lo hacía. Igual que la presencia de unos ejemplares de oruga procesionaria en Sierra Nevada, una demostración, según la Universidad de Granada, de que el cambio climático ha llegado ya a este sistema montañoso, porque uno de sus síntomas es «el movimiento de especies» a latitudes diferentes. «Se han dicho auténticas barbaridades, como que el calentamiento global causó la caída del puente del Mississippi o provocó el ‘‘Katrina’’, cuando los expertos en huracanes dicen lo contrario. O incluso que llevará la malaria a Europa», se queja Gabriel Calzada, presidente del Instituto Juan de Mariana. «La expansión de la malaria tiene que ver con otros fenómenos, entre ellos la prohibición de usar algunos plaguicidas por la presión de lobbys ecologistas», apostilla Alcalde.
3. Estadísticas de ida y vuelta.
La guerra entre escépticos y creyentes se libra también a golpe de estadística. Los críticos enarbolan las suyas, basadas en datos oficiales, para demostrar que en ocasiones hay gato encerrado: el hielo de la Antártida ha crecido hasta su récord histórico, hay más osos polares que antes, los glaciares de Alaska engordan por primera vez en 250 años, la primera mitad de 2008 ha sido la más fría en cinco años... Al geógrafo Antón Uriarte, sin embargo, el dato que más le gusta es el del Instituto Goddard de la NASA, que muestra que la temperatura no ha subido desde 1998. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, apenas se registraron 0,56 grados más que en el período 1951-80. De hecho, la NASA tuvo que corregir a la baja sus propios datos después de que un estadístico desvelara que eran erróneos. Resultado: 1998 ya no es el año más caluroso, sino 1934, y la mayoría de los años del siglo XXI no están entre los cien más cálidos. «El siglo XX ha tenido tres ciclos términos, y el más frío fue el de 1941-80, coincidiendo con el «boom» industrial, demográfico y nuclear –recuerda Gabriel Calzada–. Si el hombre fuese el principal causante del calentamiento, esto no tendría sentido».
4. El consenso se rompe.
Alrededor de este debate hay una verdad incontrovertible: el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) ha aglutinado una mayoría abrumadora de expertos sobre la gravedad del problema. Pero el consenso comienza a romperse, y cada vez son más los medios que ponen en cuestión que el problema tenga una dirección única. «Un nuevo estudio cuestiona la unanimidad de la amenaza del cambio climático» («The New York Times»); «La mayoría de los meteorólogos dice que el cambio climático se está frenando» («Chicago Tribune»); «La mentira conveniente de Al Gore se congela» («Daily Telegraph»). Aunque sólo sea porque, con la misma fuerza con la que unos defienden que la Tierra será un brasero si no le ponemos remedio, otros vaticinan una inminente edad de hielo. Al final va a ser cierto lo que dijo el pasado martes Wallace S. Broecker, el primer científico que usó el término «calentamiento global»: «Sólo sabremos lo que pasará cuando ocurra».
La nueva cruzada de Al Gore.
¿Qué ha sido de la cruzada emprendida por Al Gore con su documental «Una verdad incómoda»? ¿Sigue siendo el cambio climático una prioridad para los gobiernos dos años después? «Me gustaría pensar que sí, pero no lo tengo claro– admite el ecologista de WWF Heikki Willstedt–. El problema es que la única forma de salir rápido y con seguridad de la crisis es no recortar en medio ambiente. El “cortoplacismo” no funciona». «Cuando lo que toca es sobrevivir, pagar las hipotecas y llegar a fin de mes, el cambio climático queda relegado a un segundo plano», afirma el «ecoescéptico» Jorge Alcalde. Sin el aparato mediático de Gore y acuciados por la recesión, muchos gobiernos han optado por meter la tijera. Mientras, al Premio Nobel le han hecho otra propuesta: la ONG Acción contra el Hambre recoge firmas en internet («pideseloaalgore.org») para animar al político estadounidense a que grabe «No hunger», un filme sobre el hambre en el mundo. Alcalde cree que la iniciativa es buena, pero que no tendrá tanto éxito, porque «el hambre no vende tanto como el ecologismo». «El problema será si se vuelve a insistir en ligar el cambio climático a la hambruna», concluye el geógrafo Antón Uriarte.
JIV
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