domingo, 20 de marzo de 2011

JAPÓN. ESE GRAN PUEBLO.

Lo más impresionante de la catástrofe japonesa, no es el desastre natural en su magnitud destructora (cuando a la madre naturaleza le da, a la ciencia no le queda otra que hincarse de rodillas), sino el estoicismo de la población, su capacidad de aguante, su dignidad ante la tragedia. Ni llantos, ni gritos, solo dolor contenido.

Los japoneses prefieren afrontar esta situación con un mínimo de autocomplacencia y un máximo de responsabilidad, como si reservasen todas sus fuerzas para superar el formidable trabajo que tienen por delante. Es aquel un pueblo frugal, duro, tenaz, resistente, forjado en la lucha diaria por la subsistencia. Ya lo demostró, cuando apenas 20 años después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, emergió de las cenizas, al igual que el ave fénix, convirtiéndose en una potencia.

Ya Baltasar Gracián (1601-1658) los llamó “esos españoles de Asia”. Tal vez lo fuéramos un día. Hoy, sin embargo, nos quedan pocas de esas cualidades, reemplazadas por la irresponsabilidad y el victimismo tanto a nivel personal como nacional.

A Japón no le ha favorecido ni la geografía, pues está situado al lado mismo de una falla tectónica, ni la historia, ya que tiene enfrente a dos gigantes, China y Rusia, con los Estados Unidos a la espalda, lo que ha condicionado su destino. Ni siquiera posee riquezas naturales, lo que le ha obligado a depender de su laboriosidad y resistencia, así como basar su abastecimiento energético en energía nuclear.

Al día siguiente del desastre, ya estaban todos los que podían en sus puestos de trabajo, por saber que tienen que valerse por sus propios medios, para continuar siendo lo que han llegado a ser: la segunda (hasta hace poco, ahora son la tercera) potencia mundial.

Y lo mejor de todo es que lo han conseguido. Y todo porque se sienten un pueblo. Así han vencido todo tipo de desgracias propias y ajenas (como he dicho la Segunda Guerra Mundial es un claro ejemplo). Porque no lloran, trabajan, que no es una maldición, sino lo que nos diferencia de las demás especies.

Lección oriental: especialmente en tiempos de crisis, el colectivo está por encima del individuo.

Ahora bien, lo curioso del pueblo nipón es su ineficacia y lentitud para salir de la parálisis que ha provocado el desastre, impidiendo devolver la normalidad incluso a ciudades sin problemas de comunicación por carretera, donde el terremoto y el tsunami no provocaron grandes daños.

La explicación es sencilla, los japoneses no son buenos en la improvisación y detestan alteraciones que les desvíen de sus planes cuidadosamente trazados

Lección occidental: especialmente en tiempos de crisis, no hay que dejar que las normas impidan actuar con creatividad y flexibilidad.

JIV

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