miércoles, 7 de octubre de 2015

ELECCIONES CON TOQUE NAVIDEÑO.


Bueno, tras mucho tiempo sin saberlo, ya sabemos cuando van a ser las elecciones. El 20 de diciembre, atípico ¿verdad? No obstante, nada atípico si vemos el sujeto que lleva el cargo de presidente de gobierno. Con unas razones, que puedo adivinar, pero que, a mi juicio, son inexplicables.

La razón que da para ponerlas el 20-D en vez del 13-D, o mejor dicho, la excusa, es que si fueran antes "habría que constituir el Parlamento en plenas Navidades". En otras palabras, no privemos de sus señorías de vacaciones que su confort y felicidad vale más que las de los ciudadanos. Aunque esta actitud a estas alturas no me sorprende.

La segunda razón, deslizada por Rajoy es que no habría margen para elaborar los PGE, pues habría que disolver las cortes el 20 de octubre, casi a la vez que termina la votación de los citados presupuestos.
Estas prisas previas (que nos pilla el toro) es una de las críticas dirigidas contra el partido de gobierno, ya que tras las elecciones, habrá que alterar tales presupuestos con toda seguridad. ¿Cual es el empeño entonces en atrasar la fecha de las elecciones lo más tarde posible? No hay razones de responsabilidad financiera, sino de pura irresponsabilidad institucional. Como estamos en elecciones, estos presupuestos no son otra cosa que un auténtico programa electoral, por eso se explica el aumento del gasto y distanciarse de la austeridad y los recortes (pensando que el ciudadano español es poco inteligente y no se acuerda de los recortes previos). Por eso su tramitación es irrenunciable.

Y la última de las hipótesis es que en el 20-D los funcionarios y demás empleados públicos habrán cobrado la paga de Navidad y el 25% de paga extra de 2012 que el gobierno pretende devolverles en este año. Otra medida electoral que aspira a captar el voto de los funcionarios, destinada a ser una compra indirecta de votos con cargo al contribuyente.

En resumidas cuentas, el 20-D no responde a otro objetivo que un interés partidista: disfrutar de unas navidades plenas, aprobar los PGE como reclamo electoral e instrumentar el erario público para atraer el voto de funcionarios y empleados públicos. Una vez más, se demuestra que el Estado no es un instrumento que defienda el interés general, sino que actúa en defensa de lo que podríamos llamar la "casta" (élites partidistas, lobistas, redes clientelares o burocráticas).

Es una pena.

Y así nos va,


JIV

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