En este fin de semana han sucedido muchas cosas.
El economista John Forbes Nash moría en un accidente de taxi
junto con su mujer (el de una mente maravillosa y el que ideó la teoría de
juegos).
Pero lo más importante, como ya intuirá estimado lector, son
las elecciones del 25-M.
Lo curioso es que los partidos políticos están casi todos
contentos. Los únicos descontentos son UPyD (que menudo batacazo se han dado
los pobres, después de todo lo que han hecho por este país) e IU (o debería
decir Izquierda Hundida?).
Pero es curioso que todos los demás partidos estén
contentos. Incluso el PP, a pesar del duro batacazo que se ha dado (pues ha
perdido casi tres millones de votos), ya que a pesar de ser la fuerza más
votada, hasta en sus feudos pierde por la abstención en muchas zonas que les
eran fieles.
Las cosas están cambiando, hay un cambio de mentalidad, como
sostiene Garicano, “ahora la gente quiere que las cosas funcionen. Y ¿cuándo
funcionan? ¿Cuándo crecen los países? Cuando cuentan con buenas instituciones y
buen capital humano. Es el objetivo básico del regeneracionismo: dotarse de
unas instituciones prestigiadas y de una ciudadanía mayoritariamente bien
formada" (lo cual suscribo íntegramente).
Se acabaron las mayorías absolutas, ahora viene de verdad,
el juego de tronos, los pactos y alianzas (puntuales o globales). Y
ello es una muestra de madurez de la democracia española, y un
acontecimiento que sin duda contribuirá a ahormar esos pactos tendentes a
acelerar el amejoramiento de las instituciones. Llega, en efecto, la hora de la
verdad, el punto de partida de un recorrido que culminará en las generales de
noviembre, un suponer, y que muy probablemente diseñará un mapa político muy
distinto al que hoy conocemos.
Por encima del supremo cabreo de tantos españoles con una
corrupción que lo impregna todo, parece evidente que nuestras clases medias no
están para soluciones tremendistas del tipo borrón y cuenta nueva. En ello
tanto el PP como el PSOE son culpables de esa situación. Aunque especialmente
el PP, con un discurso del miedo y deshonesto con sus propios votantes (a los
que solo les faltaba acusarles a ellos de traición, cuando los traidores han
sido ellos, los del PP).
La campaña (de las peores que recuerdo) ha vuelto a poner de
manifiesto el bajo nivel de nuestra clase política, a menudo enfrascada en el
pobre recurso del insulto al contrario (no hay más que ver lo que hizo
Esperanza Aguirre). Aun reconociendo que se trata de municipales y autonómicas,
ni un solo potente discurso de futuro se ha escuchado en 15 días de atroz
matraca. Nadie se ha cuestionado la virtualidad de nuestro modelo territorial
(cuando es muy cuestionable por su insostenibilidad). Todo o casi todo se ha
reducido a un globo de soluciones mágicas, una ristra de alegatos de un
desalentador estatismo, con promesas difíciles de cumplir (e
incluso ruinosas) resumido todo en compromisos de gasto a mansalva contra el
presupuesto, municipal o autonómico y, en general, contra el bolsillo del
contribuyente vía impuestos. Todo, Estado a palo seco, cuando lo que se
debería es de fomentar la libertad y la responsabilidad individual, y no
cercenarlas.
Sin embargo, frente a este optimismo inicial, creo que no se
puede ser optimista, pues a pesar de todas las esperanzas puestas a este
supuesto cambio o el fin del bipartidismo (que parece que vamos a un
tripartidismo), creo que éste esta lejos de desaparecer.
Lo que ocurre es que España cambia de color, y el
bipartidismo queda matizado ideológicamente, porque este país ha girado a la
izquierda. Matizado nominalmente, porque ya hay que contar con los emergentes,
que harán valer la renovación que propugnan (y ya veremos). Y matizado en el
juego político ordinario, por la cantidad de pactos que habrá que negociar y
por la cantidad de innovaciones a que quedan obligados el Partido Popular y el
Partido Socialista (el PSOE buscará pactar con Podemos y quizás con Ciudadanos,
mientras que el PP solo puede pactar con éste último).
Esta claro que la política torpe del PP debe cambiar, ya no
valen excusas y las ideas del miedo, porque la referencia económica no es
suficiente, porque además no es cierta (la recuperación no existe, como ya han
señalado varios economistas e incluso prensa extranjera).
Y para el PSOE, porque necesitan un ideario suficiente para
contener el avance de Podemos, y que se definan de una vez (o socialistas o
socialdemócratas).
Pero lo peor no es la situación del PP y del PSOE, ni mucho
menos. Lo peor son los datos inquietantes para la tranquilidad del problema
territorial (el problema separatista).
Primero porque en Navarra, la implantación de los proetarras
(Bildu y Geroa-Bai) anuncia tensiones con el objetivo principal de promover la
unión con el País Vasco (algo que supone, a mi juicio, una auténtica aberración
fruto de las mentiras del nacionalismo vasco).
Y por el otro lado, porque en Cataluña, el descenso de los
partidos considerados españolistas (el PP y el PSC) no es suficientemente
cubierto por Ciudadanos (a pesar de las alegrías de mucha gente, el ascenso de
los nacionalistas es preocupante, pues Ada Colau no es defensora de la unidad
de la nación), es un mal augurio para la defensa de la unidad de España en
Cataluña. Y es más, nadie sabe lo que puede ocurrir cuando una avalancha de
alcaldes independentistas empiecen a levantar esteladas en cada ayuntamiento. Y
el problema no se va a solucionar de manera fácil, pues ya es tarde para
restablecer el imperio de la Ley, que nunca se hizo (gracias al gobierno del
PP).
Y todo esto es responsabilidad de los dos grandes partidos
que han jugado con el pueblo (engañándolo con promesas falsas, aunque también
el pueblo se ha dejado engañar con facilidad), con las instituciones
(clientelismo y enchufismo) e incluso con la historia de uno de los países más
antiguos de Europa (jugando con los nacionalismos separatistas, financiándolos
y concediéndoles todo lo que pedían), en su propio beneficio.
Así que prepárense para la que se nos avecina, porque no es
ninguna broma.
JIV
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