
Los males que padecemos con motivo de la implantación del Estado de las autonomías son mayores en cantidad y calidad que lo que de ese régimen esperábamos sacar. Entre estos males, cabe resaltar el gigantesco crecimiento administrativo con muy deficientes resultados ventajosos, un despilfarro económico notable, abusos de colocaciones de paniaguados del partido que gobierna y la búsqueda de votos a cambio de prebendas económicas muy sustanciosas con el afán de seguir gobernando. Y todo esto, lo paga el conciudadano.
Siguiendo con la lista, se han producido además cuantiosos gastos superfluos para bien de los que mandan, derroche presupuestario a costa de los impuestos de los contribuyentes, especulación urbanística generalizada, creación de ministerios y organismos a mansalva sin la menor eficacia para el ciudadano y otros abusos. Y, por su puesto, todo a costa del ciudadano, que es quien paga el pato.
Si hiciéramos un referéndum entre los ciudadanos apolíticos creo que arrojaría dos resultados. Primero, el gran peso específico de los males autonómicos, y, segundo, un deseo ferviente de deshacer este régimen del que abusan en muchos aspectos buena cantidad de los políticos que gobiernan.
JIV
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