
Así abría el otro día la prensa el “show del pirata” (que no la “canción del pirata”, que eso es otra cosa). Y digo “show” porque no merece ser llamado de otra manera. Independientemente del fondo de la cuestión (la pobreza y la religión del país protagonista: Somalia, islam), la verdad es que el espectáculo judicial dado por la “Súper” Audiencia Nacional (acuérdense de Garzonman o la universalidad de la jurisdicción de la citada Audiencia) es hiriente a simple vista. ¿Cómo en pleno siglo XXI la “ciencia todopoderosa” no es capaz de determinar con un grado de fiabilidad la edad de una persona? ¿Cómo es que los arqueólogos son capaces de determinar hasta la edad, condición social y muerte de un ser humano muerto hace miles de años a partir sólo de los huesos (a veces ni eso)?
La respuesta a esta pregunta es sencilla, aparentemente. O bien la ciencia no es capaz de determinar la edad de un sujeto (encomendémonos a Dios en tal caso, o a la Divina Providencia). O es que el juez está “ligeramente presionado” para dejar en libertad a este “pirata”.
Yo me inclino más bien por la segunda. Ergo, se pretende acatar el chantaje pirata de “no negociaremos si no se liberan a los piratas capturados”, de una forma más fina: el pirata es menor y el juez de menores decidirá. Con toda probabilidad, tras este show, el sujeto acabará en libertad.
Al final, acabaremos pagando un rescate. Echando por tierra toda la labor que se estaba realizando en la zona. Seguro que los franceses, que son los que más armada han mandado a la zona. Y como siempre, la culpa será del Señor Don Nadie, o de la Señora Doña Todos.
De todas formas, lo más conveniente sería empezar a buscar otros caladeros. Pues el coste de mantener, tanto una fragata, como seguridad en los buques es ciertamente elevado.
JIV
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