miércoles, 21 de octubre de 2009

NAZIONALISMO CATALÁN. ORÍGENES (II)

¿Se acuerda usted, estimado lector donde nos quedamos? Pues eso, con Fernando de Antequera, de la dinastía castellana de los Trastámara, el que fue apoyado por los reinos de Aragón y Valencia y por la burguesía catalana representada por Bernardo de Gualbes, a quien le interesaba mucho la lana castellana de La Mesta. Y con Fernando el Católico, que nació en Sos, pueblo aragonés que hoy lleva su nombre, y que su lengua vernácula era el castellano por la dinastía a la que pertenecía, que en su reinado todos los documentos estaban escritos en castellano y en catalán y que por tanto hablaba castellano con Isabel. Y que él fue con Isabel el que llevó a cabo la reunificación de España.


Ahora, nos adentramos en los orígenes de la Generalidad. Dichos orígenes se remontan al siglo XIV, en 1365 concretamente, con Pedro IV el Ceremonioso. Recordemos, que lo que hoy se denomina Cataluña no era otra cosa que un puñado de condados y principados y no un territorio unido, y mucho menos independiente claro.

La generalidad fue abolida por Felipe V de la dinastía borbónica francesa, nieto de Luis XIV. Teniendo en cuenta que la ideología política francesa era y es partidaria de un estado centralista. Pero estimado lector, retrocedamos un poquito.

Finales del siglo XVII. España había dejado de ser potencia europea. El último rey de los Austrias agonizaba tras una mala enfermedad, muriendo en noviembre de 1700 a la edad de 38 años. Sin embargo, hizo testamento, nombrando como heredero a Felipe de Anjou. Aunque muchos discuten la autenticidad de dicho testamento debido a las intrigas palaciegas entre los partidarios de Felipe y del hijo del emperador de Austria Leopoldo I, el Archiduque Carlos de Austria, es necesario señalar que por derecho dinástico Felipe se antepone a éste último.

Todos los soberanos de Europa (menos el emperador Leopoldo) reconocieron, quizá con reticencias, a Felipe de Anjou como heredero, el cual se dispuso a hacer uso de sus derechos y tras ser aleccionado por su abuelo, se despidió de la corte francesa. Entró en España cruzando el Bidasoa por Bera de Bidasoa (Navarra), llegando a Madrid el 18 de febrero de 1701. El pueblo madrileño, hastiado del largo y agónico reinado de Carlos II, lo recibió con una alegría delirante y con esperanzas de renovación. Pero tras una torpeza del Rey de Francia, Inglaterra y Holanda apoyaron al candidato austracista. Lo que dio origen a la guerra de sucesión a la corona española.

¿Y qué pasó con los catalanes? Pues éstos apoyaron primero a Felipe V, el cual fue recibido en Barcelona con vítores y hurras, y luego se pasaron al bando del Archiduque, pues en efecto, con los franceses les había ido bastante mal. El cambio de bando, o traición en mi opinión, pues juraron a Felipe como rey, tuvo el origen o razón en que el Archiduque prometió mantener el status quo de los fueros, que no la independencia. Al final, como todo el mundo sabe los fueros fueron abolidos, quizás no sabiamente pero siguiendo el legítimo derecho de conquista que el conquistador, claro, tiene tras vencer al conquistado.

Como inciso, el supuesto himno catalán, “Los segadores”, no hace referencia a la guerra de sucesión, sino a la rebelión de los territorios catalanes durante el reinado de Felipe III, 50 años antes.

La población de Barcelona antes de Felipe V era de 37.000 habitantes. A finales del siglo XVIII, de 125.000. La razón de esto es poner punto y final a las tesis nacionalistas de un posible genocidio cometido por Felipe V y de la idea de que la gente en los territorios catalanes no quería estar bajo el “yugo imperialista” castellano. Más al contrario, parece ser que no les disgustaba, pues a la burguesía barcelonesa le gustaba este nuevo sistema.


Entramos ahora en el siglo XIX. Aparentemente no pasó gran cosa. Salvo la Renaixença y su mayor representante Jacinto Verdaguer, que pretendía la recuperación del catalán que había quedado en desuso, no por imperativo legal, sino porque en las ciudades, como en Barcelona, por cuestiones prácticas se hablaba castellano. Pero es preciso recalcar que gracias a la revolución industrial, Barcelona pasó de 125.000 habitantes en 1800 a 250.000 en 1877. Mucha mano de obra venía del resto del Estado, que emigraban en busca de trabajo. Muchos eran del sur de España, a los que los burgueses vascos les llamaban “maquetos”. Por lo tanto, el origen del nacionalismo en Cataluña tiene tintes “xenófobos”, aunque en mucha menor medida que en el nacionalismo vasco.


Para terminar, a mediados-finales del siglo XIX, Francisco Maciá, que es considerado padre de la supuesta nación catalana (digo supuesta, o presunta, porque a día de hoy no se ha demostrado históricamente que Cataluña sea una nación), proclamó la I República Catalana (Companys lo haría unos años después). ¿Sabe estimado lector cuanto duró esa República? Pues 3 horas. Repito, TRES HORAS. ¡Qué barbaridad! ¡Tres horas de nación catalana! ¡Vaya base histórica de nación! Hay otras naciones que tienen más de 500 años de historia. La catalana, tres horitas. Seguro que dio para mucho.

JIV

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