domingo, 15 de noviembre de 2009

ERASE UNA VEZ UN BARRIZAL LLAMADO ESPAÑA

Cicerón, el gran político, y filósofo del final de la República Romana (I a.C) decía que los políticos son los únicos que tienen derecho a mentir. Y lo decía justificando el escalafón de senador romano, por encima de cualquiera, incluso de generales, que se concebía en aquella época. Quizás fuera esta una de las tesis del fin de la República de Roma (quien lo sabe). Y esta afirmación parece haber sido recogida por los políticos en España.

En esta coyuntura tan negativa en la que estamos atrapados, camino de los cinco millones de parados, con más de 500.000 jóvenes reacios tanto a estudiar como a buscar empleo (los famosos “Ni-Ni”), centenares de empresas echando el cierre, una crisis de valores sin precedentes, los medios de comunicación escupen cada mañana la noticia de un escándalo de corrupción más repugnante que el del día anterior. Ya sea de alcaldes, asesores, consejeros o concejales. Los autoproclamados representantes del pueblo que se llenan la boca de palabras como solidaridad o progreso, palabras muy del gusto de los socialistas enfangados en la operación Pretoria (o de los peperos con los bigotes o correas del cinturón), para mejor llenarse los bolsillos y hacer progresar sus cuentas corrientes.

Ladrones. Hipócritas. Vampiros de esos trabajadores que sudan sangre (metafóricamente hablando) cada mes para pagar la hipoteca de una vivienda cuyo precio ha sido hiper-hinchado para financiar su enriquecimiento (tanto de peperos como de sociatas). Criminales disfrazados de servidores públicos con quienes la ley, y sobre todo la ley penal y fiscal, se muestra de una blandenguería insufrible (para el contribuyente españolito medio).Nada hay nuevo bajo el sol, es verdad. Corruptos los ha habido siempre.

Porque bajo esta catarata de heces (por no decir otra cosa peor) que se nos está cayendo encima a diario hay una población huérfana de liderazgo, anonadada, que no sabe a quién agarrarse para salir del charco en el que se ahoga.

Un presidente perdido en su propio parnaso, rodeado de aduladores (llamados senadores, secretarios o ministros, vaya usted a saber) dispuestos a obedecer cualquiera de sus ocurrencias y evidentemente incompetente, que se ha lanzado a la tarea de salvar al mundo con su alianza de civilizaciones ante su manifiesta incapacidad para socorrer a su propia gente.

Una oposición descabezada, sumida en una guerra civil despiadada (muy fuerte lo de Basagoiti presentando con entusiasmo un panfleto escrito sin más finalidad que la de descalificar con saña a Jaime Mayor Oreja y María San Gil, o lo del “Gallardo” tratando de meter mano en Caja Madrid para financiar el déficit bestial de su ayuntamiento con Marianito sin decir nada) y empeñada en autodestruirse siguiendo el ejemplo de las taifas medievales (si ya lo decía alguien, tenemos algo de moro desgraciadamente).

En síntesis: un Gobierno que no gobierna y una oposición que renuncia a ser alternativa, lo que nos deja a los ciudadanos solos, abandonados e impotentes en este barrizal que antes se llamaba España. Los españoles estamos hartos de tener siempre que escoger entre el menos malo. Va siendo hora de escoger de entre los que hubiera o hubiese, el mejor. ¿No les parece? Porque ¿Para qué pagar impuestos si encima roban y mienten?

JIV

P.D.- La imagen escogida representa al político español del siglo XXI, un gorrino con poca clase.

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