Hace unos días (en concreto, el
pasado sábado 15 de noviembre), se inauguró en la plaza de Colón de Madrid, la
estatua del General del Armada, marino guipuzcoano, Blas de Lezo y Olavarrieta.
UN POCO DE SU VIDA.
Blas de Lezo nació Guipúzcoa
en 1689. Hijo de marinos, fue enviado a Francia a estudiar. En 1700 estalló
la Guerra de Sucesión española, en la que Francia y España fueron aliadas.
Gracias al intercambio de oficiales entre ambos países, Blas de Lezo, con
apenas 12 años, se embarca en la escuadra francesa como guardiamarina al
servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón.
Durante la guerra perdería una
pierna, un ojo y un brazo, y por ello terminaría siendo conocido como el
'Mediohombre' o 'Almirante Patapalo'. La pierna izquierda la perdió tras
recibir una bala de cañón, sin más opción que la amputación por debajo de la
rodilla. Su valor y determinación tanto en batalla como a la hora de la
amputación le valieron el reconocimiento dentro del ejército.
El ojo izquierdo fue consecuencia
de una esquirla que le saltó por el impacto de otra bala de cañón en la
fortaleza que defendía, y que le provocó la perdida total de visión.
Finalmente, en 1714, cuando la guerra ya finalizaba, recibió un balazo en el
brazo derecho en Cataluña, con tan sólo 25 años.
Con 34 años fue nombrado General
de la Armada y su primer cometido fue convertir la flota a su cargo en
operativa, pues su estado era bastante precario. Con acciones como esta, Blas
de Lezo demostró no ser sólo un buen soldado, sino también un gran
estratega puesto que las defensas que preparo de antemano en Cartagena de
Indias fueron clave para la resistencia española.
En 1734 fue nombrado Teniente
General, y en 1737 llegó a Cartagena de Indias, punto clave para el comercio
con América y por lo tanto enclave codiciado por todas las potencias navales,
según el pequeño documental elaborado por el Museo Naval de Madrid. Murió en
1741 tras la batalla de Cartagena (el ataque de 195 navíos de la flota inglesa
con apenas seis barcos españoles, lo que acabó impidiendo la conquista de
Cartagena de Indias por los ingleses y que hizo que en el continente americano
se siguiera hablando español) y fue enterrado en una tumba de la que todavía
hoy se desconoce su emplazamiento.
EL MONUMENTO.
Uno pensará que el monumento ha
sido cosa o a iniciativa del Gobierno de la Nación para conmemorar a uno de los
mejores estrategas de la Armada (Seguro, querido lector que piensa que el PP
defiende la historia y tradición españolas además de la unidad de la nación).
Pues no, la única iniciativa reciente del Ayuntamiento de Madrid ha sido llamar
a una parte de la zona de Colón, Plaza de Margaret Tatcher (¡toma ya!).
El monumento ha sido financiado a
través de una cuestación popular impulsada por la asociación Monumento a Blas
de Lezo. La cual llevaba años peleando y luchando por un reconocimiento mayor a
nivel nacional de este gran marino (Ahora ya solo falta una película).
La suscripción popular
estuvo en boga durante muchos años y gracias a esta modalidad de financiación
hoy en día la capital cuenta con homenajes como los dedicados a Emilio
Castelar, en la glorieta del mismo nombre, al general Espartero en la calle
Alcalá o a Alfonso XII en el Retiro (si estos reconocimientos dependieran del
gobierno, apañados íbamos).
CONCLUSIONES.
Para de terminar este pequeño
homenaje a una de nuestras grandes figuras de la historia militar y naval
españolas (y europea ¿Porqué no decirlo también?); simple y llanamente subrayar
la desidia de nuestras autoridades en el conocimiento de nuestro pasado. La
falta de reconocimiento no solo de militares, sino también de filósofos,
escritores, músicos, e inventores, que en muchas ocasiones llega a la total
ignorancia e indiferencia de muchas personas que, da la sensación que por el
hecho de ser españoles, no se les da el reconocimiento y renombre que se
merecen. Y eso en parte es culpa no solo de los gobiernos sino también del
propio sistema educativo que elimina cualquier rastro de estas personas que
hicieron historia y genera que los jóvenes ignoren su historia (cosa que no
ocurre en ningún país del mundo civilizado).
Quien desconoce su pasado y su
historia está condenado a repetirla.
Y es que no aprendemos,
Y así nos va,
JIV
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