lunes, 15 de diciembre de 2014

ROMPIENDO UNA LANZA





Hace unos días, el piloto de MotoGP Marc Márquez anunció que se marcharía a Andorra para escapar de las garras de Montoro y el clamor ciudadano contra su decisión se vuelve casi unánime. En efecto, se critica a Márquez por falta de patriotismo, por evadir impuestos, por insolidario o por codicioso. Incluso desde el principal partido de la oposición se ha pedido a los ciudadanos que boicoteen a aquellas empresas que patrocinan al apestado Márquez. 
 
Pero, más allá de la mera constatación de lo sucedido, resulta pertinente plantearse el por qué de semejante ola de indignación popular. Y yo voy a tratar de brevemente, romper una lanza a favor del chaval.
 
 
Una posible fuente de indignación popular podría venir de considerar que Márquez está evitando pagar por aquellos servicios estatales que consume o ha consumido: las carreteras que usa, la seguridad ciudadana de que disfruta, la educación pública en la que pudo haber estudiado, etc. Si éste fuera el verdadero motivo de las críticas, hasta cierto punto resultarían razonables pues la justicia requiere de reciprocidad y si Márquez hace uso de servicios del Estado, es lógico que pague por ellos. Como si utilizase servicios de carácter privado.
 
El problema es que la principal razón es otra. Hay otras causas. La primera es suponer que Marc Márquez no se merece su riqueza, de modo que el piloto de MotoGP tiene la obligación de redistribuirla hacia el resto de ciudadanos; la segunda causa es suponer que Marc Márquez sólo puede ser un buen ciudadano si paga impuestos. En ambos casos, pues, Márquez se escaquea de cumplir sus deberes naturales o civiles para con el resto de personas.
 
 
En cuanto a la primera causa simplemente decir que argumentar tal razón es señalar que Márquez no merece el talento que le convierte en buen deportista y por tanto no merece el dinero que ha ganado haciendo uso de tal talento. Y en todo caso que su riqueza ha sido generada por esa sociedad y que debe de regresar a ella.
 
Es verdad que ni Márquez ni nadie nos merecemos nuestras llamadas “habilidades naturales” pero ello tampoco significa que otros las merezcan y que, por tanto, puedan lucrarse con ellas. Además, Márquez no obtuvo sus talentos naturales arrebatándoselos a nadie ni causando daño a terceros, por tanto tampoco pueden reputarse como injustos. Es más, el razonamiento anteriormente expuesto esconde otra importante falacia: nadie dice que Márquez merezca la riqueza por sus talentos, sino que la merece por cómo ha usado esos talentos. Si Márquez, con las mismas habilidades innatas, se hubiese quedado de brazos cruzados en casa, no poseería riqueza alguna. 
 
 
En cuanto al segundo argumento: es verdad que fuera de la sociedad Marc Márquez no habría obtenido sus niveles de riqueza actuales, pero eso no significa que existan obligaciones pendientes de saldar entre Márquez y la sociedad. Al fin y al cabo, Márquez es rico no porque la sociedad le haya entregado su riqueza a cambio de nada, sino porque se la ha entregado a cambio de unos servicios que el propio Márquez le ha proporcionado a una parte de esa sociedad (espectáculo, divertimento, emoción, etc.).
 
Entre Márquez y la sociedad no hay deudas pendientes de pago: el intercambio ha sido recíproco y mutuamente beneficioso, de modo que ni Márquez le debe nada a la sociedad ni la sociedad le debe nada a Márquez.
 
 
Ahora con la siguiente hipótesis. Si pagar impuestos le convierte a uno en un buen ciudadano. 
 
 
Podría reprochársele a Márquez no ser un buen ciudadano, pues aunque Márquez no tenga la obligación de reparar ningún mal (porque no ha causado ninguno), sí podría esperarse de él que promoviera el bien y que, en ese sentido, pague impuestos en España a pesar de que no tenga ninguna obligación de hacerlo. Pudiendo aceptar que el buen ciudadano se caracteriza por promover el bien común como algo distinto a su bien personal. Lo que no puede aceptarse es que la única forma de ser un buen ciudadano sea pagándole impuestos al Estado.
 
Dejando de lado que incluso podría argumentarse que pagar dócilmente impuestos sea una forma de engordar a una ilegítima maquinaria de dominación social como es el Estado (cuando no sirve para mantener un “chiringuito” que llega a financiar a partidos terroristas y separatistas), lo cierto es que una persona puede promover el bien común de formas muy diferentes a pagando impuestos: el Estado no tiene, ni debería tener, el monopolio del ejercicio del bien común. Existen muchas otras formas de ser buen ciudadano distintas de pagar impuestos. En efecto, el voluntariado o la beneficencia pueden ser buenas razones; pero también hay otras como tratar de ser un ejemplo moral, en lo personal y en lo profesional, para los demás y especialmente para los menores de edad, esforzarse por ser cada día un mejor deportista no por el dinero que pueda obtenerse con esa mejora marginal, sino para ofrecer un mayor espectáculo a millones de personas; o intentar promover internacionalmente un buen nombre y una buena imagen de tu país.
 
Y Márquez no es una excepción. Pues es embajador de la Fundación Laureus dirigida a promover el deporte como herramienta de desarrollo social; colabora con la Fundación Repsol y la Fundación Isidre Esteve a la hora de fomentar el deporte entre personas con lesiones medulares; ha apadrinado la campaña Que no falte de nada orientada a repartir 20.000 juguetes en hospitales y centros de atención al menor; ha contribuido a divulgar el buen nombre de España y de Cataluña por todos los lugares del planeta; y, sobre todo, se ha convertido en un ejemplo para millares de adolescentes, muchos de los cuales han descubierto su pasión por el motociclismo y han reorientado su vida hacia esa dirección.
 
Pero ¿Podría hacer más? Sin lugar a dudas. Pero hay que señalar que las contribuciones sociales que realiza ahora mismo Márquez son infinitamente más valiosas que los millones de euros que podría haberle entregado al Fisco español; segundo, el hecho de que Márquez se marche de España deberíamos tomárnoslo no como una ofensa sino como una alerta de cómo el Estado, y su muy onerosa fiscalidad, está destruyendo la economía y ahuyentando el talento de nuestro país: del mismo modo que aplaudimos a Google News por marcharse de España ante el intolerable canon impuesto por el Gobierno (Otra desvergüenza del gobierno del Partido Popular), deberíamos celebrar el canario en la mina que suponen personas como Márquez.
 
 
En conclusión, Márquez ni tiene obligación de pagar impuestos en España ni su estatus de buen ciudadano se ve alterado por el hecho de que decida no pagarlos. La reacción tan unánime contra el (y a mi modo de ver excesiva) es comprensible cuando viene de los políticos, ya que se les escapa una presa que parasitar. Pero la de los ciudadanos me ha dejado perplejo. Pues o bien la envidia y la inquina han pasado a ser productos típicamente españoles o la sociedad ha interiorizado el derecho a rapiñar las propiedades y las libertades ajenas a través de los procedimientos reglados por el Estado. Lejos de agradecerle a Márquez su obra en aras del bien común, berreamos indignados por no poderle quitar aquello que jamás nos perteneció y que no tenemos ningún derecho (ni legal, ni ético, ni moral) a que nos pertenezca.
 
Este es un caso que invita a reflexionar sobre como somos capaces de permitir que un gobierno nos empobrezca y nos quite nuestras libertades naturales y como somos capaces de pervertirnos y corrompernos moralmente.
 
Y así nos va.
 
JIV

1 comentario:

Tòfol dijo...

Estoy de acuerdo en todo, pero te voy a dar otra razón: La vida de un deportista de élite es corta, lo que gane mientras está arriba será lo que tenga cuando deje el deporte, lo justo sería que le distribuyesen sus ingresos durante un periodo que abarcase desde su preparación, cuando solo trabajaba y no ganaba nada, hasta su abandono definitivo del deporte, pero no, le cobran por años sin tener en cuenta que lo que se gana en aquel momento es el fruto de muchos años de trabajo.
Claro que te dirán que cuando deje la moto, se puede ir a trabajar de mecánico.