Siento el
retraso en actualizar el blog (feliz año atrasado), pero asuntos personales me
han obligado a ello. En fin, decíamos ayer…
En estos días
en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha
llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las
manifestantes: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. En principio, la
reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo
inanimado o inerte, algo que en un futuro no pudiese, objetar dicha exigencia,
esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión.
La defensa de
la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral
religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser
portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que
esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una
cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo (pues una célula per se es ya
un ser vivo), un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda
probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no
truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el
aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de
asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y
derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que
sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como
proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto
que es la parte débil del litigio (como diría Aristóteles, es una persona en
potencia).
En palabras de la socióloga norteamericana Priscilla Conn, “el aborto como un conflicto entre dos
valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida
adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un
componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla
únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la
noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en
qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre
de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las
partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su
cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya
perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión
si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un
cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman
sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo
debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos,
en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente,
subordinándole al otro”.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la
moderna “progresía”. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista
antiabortista (aunque hay excepciones claro está). Para éstos, todo aquel que
se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse,
deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el
progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no
violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la
Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el
niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por
ellos (porque según ellos era lo correcto). Para el progresista eran recusables
la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, y cualquier forma de
violencia (incluso la violencia ejercida por el Estado). En consecuencia, había
que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo.
El ideario
progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era
lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los
desheredados e indefensos (los más débiles). Había, pues, tarea por delante.
Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la
polémica sobre si el feto era o no persona (debate nada estéril por otro lado),
y, ante él, el progresismo vaciló.
El embrión era
vida, sí, pero no persona (es decir, no un ser humano), mientras que la
presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. Entonces no se pensó que
la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro,
quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante
(entonces ya se va vislumbrando el objetivo de la progresía, los votos y el
poder).
Y se empezó a
ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la
no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse
impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba
mediante una violencia indolora, científica y esterilizada (aunque unas tenazas
o una succionadora no es nada indoloro creo). Los demás fetos callarían, no
podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más
débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía
recurrir.
Y ante un
fenómeno semejante, algunos progresistas reflexionaron: esto va contra mi
ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y
menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los
anticonceptivos, ¿qué pinto yo un progre convencido?
Esto es lo que
supone una de las contradicciones de la progresía actual (hay otras pero eso es
otra historia).
Y así nos va,
JIV
P.D.- Espero
que sea la última vez que hablo de este tema. Aunque lo dudo.
3 comentarios:
Ha olvidado indicar que para la progresía tiene más derechos un huevo de cigüeña que un embrión humano....
Vaya tirando nidos de pajaros por ahí y verá lo que le dice el seprona.
El asunto esta superado, lo que pasa es que muchos no quieren reconocer su error. Teniendo a nuestra disposición la cantidad de métodos anticonceptivos existentes de forma barata, es absurdo justificar el aborto como un metodo "anticonceptivo".... e incluso como un derecho para "no morir" en el intento de tener hijos. Estos son argumentos medievales, que quizas lo hubieran justificado hasta hace 50 años, pero ahora andan muy desencaminados.
Y si se echa un vistazo a las estadisticas de aborto... entonces se ven cosas no muy agradables, como una gran cantidad de abortadoras multiples entre las inmigrantes de procedencia norteafricana.....
Este artículo se complementa perfectamente con el que yo también escribí esta semana respecto de los derechos de las mujeres, de la presunta libertad e igualdad de que "disfrutan".
http://nosonbromas.blogspot.com.es/ Luego como no pueden permitirse tener hijos, tienen que plantearse abortar, la mayor parte de las veces por falta de viabilidad económica.
Por ello los partidos que creen que la igualdad de la mujer consiste en que trabaje y vaya a la guerra como los hombres, por coherencia, tienen que apoyar el aborto a voluntad, o sea, el derecho a abortar cuando el no nacido perjudique, entre otras, la vida laboral de la mujer.
En realidad nadie tiene dicho derecho por las obvias razones menciona JIV en su artículo, puede tener motivos (lícitos) para ello pero nunca puede ser un derecho.
No apoyo la ley del PP porque me parece mala, aunque si estoy con sus principios, se debe poder abortar cuando sea necesario pero no cuando uno quiera.
Como dice Csc nunca hubo tantos anticonceptivos, ni nunca estuvieron las mujeres tan informadas de como prevenir embarazos no deseados, y lo que es mas, las mujeres solteras ya no son criticadas por tener hijos, y gozan además de cierta protección del Estado.
ESTÁ TODO MUY BIEN PERO COMO SE NOTA QUE SOIS HOMBRES.
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