miércoles, 29 de enero de 2014

SOBRE EL ABORTO

Siento el retraso en actualizar el blog (feliz año atrasado), pero asuntos personales me han obligado a ello. En fin, decíamos ayer…
 
En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado o inerte, algo que en un futuro no pudiese, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. 
 
La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo (pues una célula per se es ya un ser vivo), un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio (como diría Aristóteles, es una persona en potencia).
 
En palabras de la socióloga norteamericana Priscilla Conn, “el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro”.
 
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna “progresía”. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista (aunque hay excepciones claro está). Para éstos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos (porque según ellos era lo correcto). Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, y cualquier forma de violencia (incluso la violencia ejercida por el Estado). En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo.
El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos (los más débiles). Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona (debate nada estéril por otro lado), y, ante él, el progresismo vaciló.
El embrión era vida, sí, pero no persona (es decir, no un ser humano), mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. Entonces no se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante (entonces ya se va vislumbrando el objetivo de la progresía, los votos y el poder).
Y se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada (aunque unas tenazas o una succionadora no es nada indoloro creo). Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir.
Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas reflexionaron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo un progre convencido?
 
Esto es lo que supone una de las contradicciones de la progresía actual (hay otras pero eso es otra historia).
 
Y así nos va,
 
JIV
 
P.D.- Espero que sea la última vez que hablo de este tema. Aunque lo dudo.

 

3 comentarios:

csc212 dijo...

Ha olvidado indicar que para la progresía tiene más derechos un huevo de cigüeña que un embrión humano....

Vaya tirando nidos de pajaros por ahí y verá lo que le dice el seprona.

El asunto esta superado, lo que pasa es que muchos no quieren reconocer su error. Teniendo a nuestra disposición la cantidad de métodos anticonceptivos existentes de forma barata, es absurdo justificar el aborto como un metodo "anticonceptivo".... e incluso como un derecho para "no morir" en el intento de tener hijos. Estos son argumentos medievales, que quizas lo hubieran justificado hasta hace 50 años, pero ahora andan muy desencaminados.

Y si se echa un vistazo a las estadisticas de aborto... entonces se ven cosas no muy agradables, como una gran cantidad de abortadoras multiples entre las inmigrantes de procedencia norteafricana.....

Tòfol dijo...

Este artículo se complementa perfectamente con el que yo también escribí esta semana respecto de los derechos de las mujeres, de la presunta libertad e igualdad de que "disfrutan".
http://nosonbromas.blogspot.com.es/ Luego como no pueden permitirse tener hijos, tienen que plantearse abortar, la mayor parte de las veces por falta de viabilidad económica.

Por ello los partidos que creen que la igualdad de la mujer consiste en que trabaje y vaya a la guerra como los hombres, por coherencia, tienen que apoyar el aborto a voluntad, o sea, el derecho a abortar cuando el no nacido perjudique, entre otras, la vida laboral de la mujer.

En realidad nadie tiene dicho derecho por las obvias razones menciona JIV en su artículo, puede tener motivos (lícitos) para ello pero nunca puede ser un derecho.

No apoyo la ley del PP porque me parece mala, aunque si estoy con sus principios, se debe poder abortar cuando sea necesario pero no cuando uno quiera.

Como dice Csc nunca hubo tantos anticonceptivos, ni nunca estuvieron las mujeres tan informadas de como prevenir embarazos no deseados, y lo que es mas, las mujeres solteras ya no son criticadas por tener hijos, y gozan además de cierta protección del Estado.

Anónimo dijo...

ESTÁ TODO MUY BIEN PERO COMO SE NOTA QUE SOIS HOMBRES.